Los árboles blancos de la ciudad
giran como brújulas invisible de norte a sur ,
en los ecos de los bares , de los burdeles , de las campanas de las iglesias .
Es el nacimiento de los trigos como barras amarillas ,
en las mesas de esa cena navideña ,
donde el pesebre se quiebra con el gemido de las buenas intenciones .
Es el rostro desfigurado por el maquillaje de los espejos rotos
con el caminar de la pequeña tela sobre las piernas que se tuercen
como hierro forjado de esos frutos de los ratones secos .
Es el palpitar del corazón seco de un bruja en un monasterio
de la llaga de ese dolor que se inicio con los muros carcomidos por las balas .
